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Criado con la música de Thelonius Monk, Paul Simon, y los Muppets, David Garlitz deja su pueblo natal de Plymouth, New Hampshire,(USA) y se dirige hacia la gran ciudad de Filadelfia para aprender a tocar el jazz. Su sed por la disonancia poca saciada por los temas de Cole Porter y los Gershwin, empieza a asociarse con tipos bribones y rufianos que se burlan de la tonalidad y que se ríen de la idea de un ritmo en cuatro tiempos. Por suerte, su fluidez en español (había vivido dos años en Madrid cuando era niño) le consigue un trabajo con un grupo de música latina, y así es salvado del abismo del free-jazz vanguardista por los ritmos afrocubanos.

Irremediablemente enganchado, toma clases de salsa, aprende a tocar el tres cubano, y estudia los ritmos sagrados de la santería. Entre dos viajes clandestinos a La Habana y Santiago de Cuba, conoce a Cécile, una estudiante francesa, que llegará a ser su musa y el amor de su vida. La sigue y se instala con ella en París, donde aprovecha del buen vino de Borgoña, baila la salsa sobre los muelles de la Sena, y crea sus cancioncitas curiosas que traen una sonrisa a los labios y calientan el corazón.

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